Los 26 días de agonía de un padre que busca sin ayuda a su hija desaparecida - 3 - mayo 10, 2022

Los 26 días de agonía de un padre que busca sin ayuda a su hija desaparecida

Gerardo Martínez transporta desde el 31 de marzo aguardando a Yolanda, que salió por una aprobación de empleo en la región metropolitana de Monterrey. La Fiscalía de Nuevo León mantiene que salió por intención propia y no hizo ningún rastreo

Los 26 días de agonía de un padre que busca sin ayuda a su hija desaparecida - 5 - mayo 10, 2022

Yolanda Martínez sonríe desde un letrero de búsqueda en la entrada de su casa en Juárez, un ayuntamiento humilde en el extrarradio de Monterrey, en Nuevo León. Su padre, Gerardo Martínez, se ubica triste al costado, junta las manos y mira a la cámara. Luego pide perdón por haber llorado “tanto” a lo largo de la entrevista. Dice que en este momento se quiebra muy simple, que son peores los días que se queda aguardando en la vivienda: “Aquí encerrado no se acuerdan de mí, se les olvida mi caso, yo no quiero que se les olvide, quiero que comenten ahí va el señor otra vez, ahí va otra vez en la calle”. Yolanda Martínez, de 26 años, desapareció el 31 de marzo a las 11.30 del mediodía cuando salía a dar una aprobación de trabajo en San Nicolás de los Garza, a unos 30 kilómetros de su casa. La Fiscalía de Nuevo León mantiene que la joven salió de manera facultativa y por el momento no hizo ningún rastreo en el lote para hallarla. Una teoría impensable para su padre, que ya ha permitido 26 jornadas sin pistas ni adelantos. Él la sigue llamando temprano todos los días por si mañana, a lo mejor, por el momento no le salta el buzón.

Gerardo Martínez debe caminar un trecho para recibir en una esquina cerca de su domicilio, por el momento anda peleándose para que geolocalicen su calle y se muestre en los navegadores, enseña. Invita a la vivienda, se sienta ágil a un costado del reducido altar que ha listo y empieza a acordarse con exactitud los días pasados de su hija.

La joven llevaba unos cuantos meses viviendo otra vez con su padre, su hermano, su tío y su abuela en Juárez, mientras se organizaba para hallar un nuevo trabajo. Había tenido que dejar el último empleo porque los horarios le impedían proteger a su hija Fernanda, de tres años, que había empezado el kínder. El 28 de marzo se dirigió hacia la colonia Constituyentes de Querétaro, en San Nicolás, donde habita su abuela materna para estar más cerca de la niña, que esos días se encontraba con su padre, con quien tiene la custodia compartida. Gerardo estuvo en contacto a lo largo de toda la semana con la joven.

Los 26 días de agonía de un padre que busca sin ayuda a su hija desaparecida - 7 - mayo 10, 2022

“Quizás se le descargó el celular”

El día 31 a las 13.00 horas, el dispositivo de Yolanda ya se encontraba apagado. “Quizás se le descargó el celular”, pensó su padre tras la llamada. Volvió a marcar unas horas más tarde: por el momento sin señal. “Ahí comencé a preocuparme. Le mandé un WhatsApp: ‘¿Dónde estás? ¿Yola? Hey«. No me contestó. Mañana a lo destacado me habla, pensé. Al día siguiente, por el momento sin novedades, explotó la preocupación y localizó a tías, primas, amigas de la joven: «¿Está Yola en tu casa?”. Nadie, nada.

Martínez y su hijo, Gerardo, consiguieron enseñar el 4 de abril la denuncia por aumentación frente la Fiscalía —el sistema por internet no funcionó a lo largo de el objetivo de semana—. “Los agentes me dijeron: «Usted espérese en su casa, porque ahí llegará el grupo de búsqueda para ponerse en concordancia y montar la estrategia’. Y yo pensé: ‘Qué bueno, en nada mi hija está aquí otra vez”. Y ahí estuvo la tarde y llegó la noche con el teléfono pegado a la oreja, y llegó un día y luego otro, y nadie, nada. “Yo pensé que no logró efecto mi denuncia o que se les olvidó, por eso volví a llamar y me dijeron que siguiera en mi casa, que me fuera a trabajar, que yo ya había puesto la denuncia, que esperara. Y yo esperé, pero pasó toda una semana y ni el grupo venía, ni mi hija regresaba”.

Martínez comenzó entonces a ir solo a repartir avisos de búsqueda de Yolanda. La familia descubrió esos días, sin asistencia de la Fiscalía, unos videos de las calles aledañas de donde salió la joven aquel 31 de marzo. De esta forma saben que antes de las 10.30 fue a un ciberlocutorio a imprimir una aprobación de empleo —no saben para qué empresa—, que estuvo cerca de una hora en la vivienda, y que volvió a salir. Se despidió de su abuela: “Luego vengo”. A las 11.27 minutos, una cámara la grabó caminando sobre la calle Ismael Pintado hacia la avenida Conductores. Y luego de esa imagen, Yolanda Martínez se esfuma.

Ahí se la tragó la tierra, ahí me la levantaron, me la desaparecieron, y yo siento que por el momento no está, ¿por qué? Porque son bastantes días. Yo pensaba hallarla instantáneamente, pero no lo logré. Ya vamos para un mes y están mostrándose personas que estaban desaparecidas sin vida. Y siempre que dicen ‘un cuerpo encontrado’, todos los padres que andamos en la búsqueda quisiéramos que no fuera ninguna, pero debe ser una. Pasó con Debanhi y María Fernanda: no las buscaron a tiempo”, dice de corrido Martínez.

Gerardo hizo todas las composiciones de los recorridos que ha podido llevar a cabo su hija ese día y a esa hora. Ha medido los tiempos entre los camiones, cronometrado cuánto tardan los desplazamientos, probado numerosas líneas de autobuses. Luego de todos los trayectos, piensa que todo está cerca del lugar donde se ve su más reciente imagen, en esa sector de San Nicolás de los Garza donde además se localiza por más reciente vez su dispositivo móvil. Solicita la asistencia de los vecinos de esa colonia, por si alguno tiene cámaras además en la región de Casa Blanca o La Estancia. “Hago un llamado porque a lo mejor alguien la vea y me diga: ‘Mira por aquí pasó’. Para dejar ese sendero e irme después. Porque estoy estancado en la avenida Conductores, de ahí no me puedo mover, detalla atormentado.

Martínez pudo un reducido giro en la búsqueda cuando nació en los noticieros de Monterrey, alertados en ese instante por la ola de adolescentes desaparecidas en la región metropolitana. “Ya me lo dijeron: necesitas proceder a los instrumentos sociales para informar y comunicar para que llames la atención, si vas tú solo nadie te hace caso”, dice. Desde entonces, una organización empezó a orientarle y en empresa de un abogado volvió a poner la denuncia.

De manera generosa, Gerardo dice que en este momento la Fiscalía sí le “está poniendo atención”: lo llevó a hacerse pruebas de ADN, a los servicios forenses a admitir probables cuerpos, los agentes han entrevistado dos o tres ocasiones a todos los familiares y han inspeccionado alguna de las cámaras que él localiza a lo largo de sus búsquedas. Todo sin triunfo. “De instante no se llegó a los rastreos. Nos encontramos encajonados. Me falta que me rastreen el sector donde se quedó la más reciente imagen, es un radio que debemos contemplar y donde hay cámaras, necesito que la peinen”, enseña.

El despliegue de las autoridades en la búsqueda de Debanhi Escobar, con la participación del gobernador Samuel García incluida, contrasta con el que ha recibido Yolanda Martínez, que desapareció ocho días antes. “Con lo de Debanhi allá andaban toda la comitiva y yo se encontraba solo. Entonces, yo pensé: ‘Qué bueno que busquen a esta niña, porque a lo destacado está en el mismo lado que mi hija y se muestran todas”, dice. Por el momento le duele el descubrimiento del cadáver de Escobar en la cisterna del motel Novedosa Castilla, en una exploración que más allá de la visibilidad estuvo plagada de irregularidades. Y apunta hundido: “Yo aquí estoy solo y checando y continuando pero siempre aguardando que la Fiscalía me resuelva mi caso. Solo quiero es verla y que regrese, que me la hallen. Porque yo solo no puedo llevarlo a cabo, es bastante localidad para mí solo”.

En los días pasados, además de su familia y sus vecinos, otros conjuntos de búsqueda se sumaron para apoyarle. Le asisten a imprimir las notificaciones de búsqueda y repartir los volantes. “Todo eso me reconforta, pero no me llena porque mi hija no hace aparición. No quiero que pase un largo tiempo y que no me alcance la vida para hallarla, y yo quiero irme el día que la encuentre, porque si no, ¿cómo me voy? ¿Quién la va a buscar luego? Nadie”, dice y se quiebra. Martínez intentó de juntar su búsqueda a la de los padres de Celeste Tranquilino, una niña de 16 años que desapareció en Juárez además el 31 de marzo, el mismo día que Yolanda, pero estos no quisieron alzar la voz por miedo a represalias. Sí han llenado el ayuntamiento de avisos. Desde que comenzó 202248 mujeres desaparecieron en Nuevo León, según el Registro Nacional de Desaparecidos. Muchas otras, como Debanhi Escobar o María Fernanda Contreras, fueron encontradas ya sin vida.

Martínez apunta la barda del patio donde ha pegado las fotografías de su hija. Todo lo ha colocado él, además los ladrillos del muro. Cuenta cómo los fue comprando, en grupos de cinco o de 10, según como va a llegar el dinero en el mercado de abastos, donde trabaja ya hace 20 años bajando bultos para la misma compañía. Antes —cuando comía, cuando dormía, cuando sí iba al trabajo en lugar de repartir volantes a extraños, cuando no visitaba Fiscalías ni servicios forenses, cuando no lloraba por la calle— , antes pretendía dejar el patio bonito, bien hecho. Todo era antes.

Mi vida se quedó detenida en el 31 de marzo”, dice este hombre roto y amable. “No se extravía solo la persona, nos extraviamos todos, la familia, se pierde todo. Las cosas que poseía atentos por el momento no son mis atentos, lo que me preocupaba por el momento no me preocupa. Me arrebataron toda mi vida, y si mi hija no aparece: a mí por el momento no me atrae nada”.